Los Arboles Maestros son aquellas especies a las que se dirigían nuestros antepasados druidas, para honrarlos y admirarlos, y con la práctica sintonizaban con la conciencia de estos mismos árboles. De esta manera el ser humano accedía al conocimiento y a una información sutil que les facilitaba vivir de una manera más armónica y de acuerdo con las leyes de la Naturaleza.
Elena García Alonso ha recuperado este conocimiento ancestral y lo comparte contigo en La Sonrisa de los Árboles. Cada especie arbórea encarna una cualidad necesaria para el hombre. Cuando un Árbol Maestro nos recuerda una de estas cualidades hace que nunca más nos sintamos solos y recuperemos la armonía, la paz, la inocencia y la felicidad que hemos olvidado.
Este libro te enseña a reconocer y experimentar las doce cualidades de los doce Arboles Maestros, que van a convertirse en tus más fieles compañeros.
Puedes conseguirlo y leer Muestra en: www.amazon.es/Tapa Blanda
O formato ebook y Leer Muestra en: www.amazon.es.kindle
Entrevista Canal del Misterio (minutos del 4:00 al 24:30)
Reseñas 5 estrellas:
recioso mensaje. clave para entender a nuestros hermanos los árboles. Se nota que está explicado desde el corazón y para el corazón.
uy recomendable. PElena García Alonso, nacida en Barcelona en 1961, estudió Kinesiología y pasó más de veinte años trabajando como terapeuta. Durante los últimos 10 años ha dirigido el Aula de la Naturaleza de la Fundación My Life Design, organizando los Talleres de Comunicación con los Árboles en una masía en plena naturaleza en el Pre-Pirineo catalán, facilitando y ayudando a los participantes a que experimenten en vivo y en directo una conexión con determinadas capacidades olvidadas de nuestra consciencia y que contribuyen a la felicidad de nuestro Ser.
Dispones de más información en la web: www.fundacion-icaros.org.
INTRODUCCIÓN
El destino de lo que inicio no es otro que el compartir lo que conozco, lo que he vivido: mis experiencias con los Arboles. Transmito algo que suena a increíble y por esto me he propuesto hacerlo con respeto, sin faltar a la verdad, sin inventarme lo que no ha pasado.
No pretendo más que aportar mi testimonio tras más de ocho años de estar al frente de una experiencia llamada “Talleres con los Arboles Maestros.” Soy consciente que la voluntad de compartir no debe obviar los pequeños apuntes, los inicios, los porqués pues todos ellos son igual de necesarios que la propia experiencia.
Inicio pues con algunos de los eventos que han sido esenciales para que ahora esté situada frente a ti, con este libro y con esta contribución. Comparto este testimonio con la esperanza que contribuya a este objetivo común al cual cada vez más personas aspiramos y, que no es otro, que vivir en un mundo más solidario y pacífico del que tenemos ahora.
He intentado plasmar todas estas experiencias con la humildad con la que he tenido que asumir para ser receptora de lo que os voy a contar. Dicho esto me sumerjo en mis recuerdos, en mi memoria, a pedir al Ser que sea El el que recuerde y de este modo ser testigo de algo que se nos ha dado a los humanos, la capacidad de conversar con la naturaleza.
.........
Rendirse a la evidencia
Me viene a la memoria la historia del Principito, el momento en el que el personaje conoce al zorro y éste se deja domesticar y poco a poco se deja querer. En el relato de El Principito, el zorro le pide que cada día se acerque un poco más, para sentirlo, conocerlo y finalmente, amarlo. Así me ocurrió a mi con los árboles, aunque cuando escribo “nuestros árboles”, no son nuestros, nosotros somos de Ellos.
La Vall de la Pedra, donde se encuentra La Masía está rodeada por altas montañas que imponen con su presencia. Recortadas en el cielo, sobre las puntas de sus cimas contemplamos a las águilas, como estas se elevan con las corrientes de aire, planeando magníficas por encima de nosotros. En cada uno de nuestros paseos por los alrededores, observábamos la belleza de las especies de árboles que nos acompañaban y a menudo, nos sentábamos en silencio para sentirlos. Creo tener una cualidad que agradezco que es saber escuchar. Tanto en mi papel como terapeuta, como en la vida diaria. Esa cualidad fue la que abrió la puerta a escucharlos.
Joan y yo compartimos las mismas ideas sobre la búsqueda, la vivencia del Ser, la meditación, todo lo relacionado con estos temas, y el pasar días en la Masía rodeados del silencio, la naturaleza, los árboles, hizo que cada vez nos acercáramos más a ellos y “ los viéramos” como en la película Avatar. Cuando ocurre el milagro del -” te veo -” dejaron de ser árboles para pasar a ser el Roble, el Álamo, el Saúco, meditábamos al lado de cualquiera de ellos y una de las primeras cosas que aprendimos fue la paciencia, el silencio, la importancia de dedicarles tiempo, de no tener prisa y de disfrutar de ese no hacer nada. Con su presencia nos acercaba más y más a nuestro silencio y a una calma que descubríamos dentro de nosotros mismos, que ya estaba ahí y que gracias al contacto con ellos, aprendimos a reconocer.
Pensad que compartimos espacio con Robles, Encinas, Saúcos, Enebros, Pinos, Fresnos, Tilos, Chopos, Álamos...y así, poco a poco, sin expectativas, sin esperar nada, sin guía, la relación con nuestros árboles, los que nos rodean aquí, se fue convirtiendo en algo más personal. Los añorábamos si pasaban días sin poder subir a La Masía, por compromisos varios, de familia, de trabajo, de estudio. Yo por aquel entonces estaba estudiando kinesiologia en Montmeló y solía tener fines de semana de seminarios, cosa que, todo hay que decirlo, me encantaba.
Recuerdo perfectamente, el primer contacto. Hacía unos fines de semana que no habíamos podido subir a la casa. Así que en el primer fin de semana que pudimos volver fuimos a recorrer todos los caminos que solemos visitar. En uno de los caminos, al lado de un pequeño arroyo, hay un álamo enorme y siempre que pasamos por su lado, era inevitable no aceptar su invitación de sentarse a su lado. Cuando lo hice, me disculpe porque hacia días que no lo visitaba. Su respuesta fue -” no te preocupes, el Roble que tenéis al lado de la casa nos cuenta a todos si habéis venido y como estáis...”- A partir de ese momento empezamos a ser conscientes de la presencia invisible, afable, amigable y sabia que nos rodeaba. Nos implicamos en respetarlos y si se puede a quererlos aún más.
Hay un momento en el que percibimos un antes y un después de una situación en la que la duda se cae y uno simplemente se rinde a la evidencia. Así que la cuestión era o me engancho a la adicción de la duda y desconfío, jugando continuamente al perverso juego del…. ”0h, no, no me lo creo, esto no puede ser…”, o bien de forma responsable acepto con madurez el placer de la silenciosa conversación con un Ser denominado como Árbol.
Aceptar o entregarse a la relación con los árboles era una consecuencia del trabajo personal de años, de interiorizar, de preguntar y recibir respuestas. Todo ello me ayudó a saber entregarme completamente a la aceptación, al “Sí, te Veo”. Por eso acepto que en los árboles hay una energía que observa paciente en Ellos así como de perseverancia, de respeto, de escucha. Quizás por esta razón también ellos nos vieron. Así nació este tiempo del que este relato y vivencia es una síntesis, en el que compartimos y nos regalamos unos a otros momentos únicos.
..........
La hora de la verdad
Gracias a mis estudios de cinco años sobre kinesiologia adquirí la seguridad y la capacidad para trabajar como terapeuta. Recibí información y conocimientos necesarios para ayudar a la sanación externa y contribuir al crecimiento en lo interno. Mediante el test de kinesiologia aprendí la relación entre la mente consciente, el subconsciente, y como la respuesta muscular en el cuerpo físico expresa la riqueza existente entre la intuición del hemisferio derecho y el conocimiento y la razón que se expresan en el hemisferio izquierdo. El mundo de las emociones, de las energías, de lo visible y de lo invisible, me abrieron a querer saber más de lo que estábamos viviendo en la Masía en relación a los árboles, ya que todo estaba sucediendo en el mismo periodo de tiempo, del 2000 al 2005.
Hacia el 2006, fue cuando empezamos a materializar y entregar todo lo aprendido en este camino y recibimos la formación y la información necesaria para poder poner en marcha nuestro proyecto. Contactamos y estudiamos profundamente información y conocimientos que recibíamos tanto de parte de nuestros druidas catalanes, como de personas de la Bretaña francesa que conservaban los restos de la sabiduría de sus druidas. Todo este caudal de información nos ayudó a poner en palabras lo que nosotros estábamos viviendo y recibiendo de nuestros árboles.
Para poder dar a conocer esta información se creó la estructura de la Fundación Icaros en el 2008. Junto a Joan diseñamos la organización del fin de semana de manera que fuera fluido y provechoso para la gente que viniera y a su vez para nosotros. Es en este momento que aceptamos el compromiso de abrir nuestra casa y que pasara a ser algo más que una casa familiar. La Masía se convirtió en un lugar de encuentro, el lugar que hoy por hoy recibe y acoge a personas que como nosotros, hemos aceptado el deseo interno de sentir aquello que nuestra Alma nos pide: una conexión más intensa y profunda con los Árboles.
Aceptamos el reto con la valentía que se precisaba. Incluso llegamos a presentar un proyecto de la Fundación Icaros para la recuperación de la sabiduría de las trementinaries al Institut d'Estudis Ilerdencs, una entidad adscrita a la Diputación de Lleida para solicitar una subvención. Sí, habéis leído bien, pues por aquel entonces todavía existía ese recurso de la subvención. Claro que fue la última vez pues al año siguiente recibimos una carta comunicándonos que lo sentían mucho, pero debido a la situación de recortes y crisis general, ya no nos darían nada más.
Es de bien nacidos ser agradecidos y por eso quiero dejar constancia de los hechos y agradecer desde aquí lo que aconteció, ya que gracias al dinero que recibimos como Fundación, lo invertimos para recuperar y traer de vuelta esa sabiduría atesorada más allá de nuestras fronteras, desde la Bretaña francesa hasta la selva peruana.
Guardo en mi corazón el agradecimiento hacia todas las personas que encontramos en el camino y que me hicieron entender que no por casualidad tenemos una variedad tan sorprendente de especies de árboles a nuestro alrededor para realizar los Talleres con una base de quince e incluso más árboles maestros.
Para organizar los Talleres en La Masía debimos hacer adecuaciones a la casa para que esta pudiera recibir, acoger y cuidar a un grupo de unas seis personas, que fue el número de participantes que intuimos podíamos acoger en un fin de semana. Un número que no era sólo para que estuvieran bien instalados, sino también que pudiéramos otorgarles la atención necesaria para llevar a cabo el Taller de Comunicación con los Arboles de forma eficaz.
Diseñamos el Taller entregando la suma de todas las maravillas que hemos recibido en este Camino. En este sentido, nuestro taller es el fruto de una dilatada experiencia personal y de conocimiento y relación directa con los árboles con los que compartimos su sabiduría. Por este motivo se trabaja en contacto directo con los árboles, se les explica detalles de lo aprendido sobre los druidas ibéricos y las “trementinaires” y si hace falta, porque alguna persona lo necesita en su cuerpo físico o emocional, se echa mano de los conocimientos que dispongo como terapeuta. Durante un fin de semana, la Masía, los árboles, Joan y yo misma, nos dedicamos por completo al grupo de hasta seis personas que recibimos en un espacio particular. Es un espacio temporal en el que más allá de lo que cada cual vive se transmite el mensaje de que no estamos solos y que cada cual podrá reproducir posteriormente si quiere.
Nuestra maravillosa y apasionante aventura empezó en 2008, y desde entonces hasta el día de hoy, 2016, puedo decir que Ellos, nuestros amigos y amados árboles no han fallado en ninguna ocasión y nosotros Joan y yo, no hemos dudado ni un sólo instante. Cada Taller ha sido diferente, único e irrepetible. Con Sol o con lluvia, cada uno de los participantes ha recibido la energía y la información necesaria para ese momento vital intransferible y así nos lo han transmitido con palabras, con emoción, con risas, en definitiva, conectándonos con la Vida.
El dialogo entre los espíritus de los arboles y los humanos, no solo nos beneficia a nosotros; la máxima realización del árbol es ser elegido por el hombre y fundirse con él, entonces ambos seres se complementan, el árbol accede al pensamiento humano, a la consciencia y el hombre a la inspiración divina a través de la quietud y el equilibrio, de la divinidad e inocencia de los arboles.
La elección personal de los árboles se hace a través del corazón y la intuición y en el caso de los Talleres, también nos servimos de una herramienta que domino como es el test de kinesiología. Es más que un sistema de diagnóstico o de tratamiento. Es un sistema de biocomunicación, a través del test de valoración de la calidad de la respuesta muscular, para poseer un mayor conocimiento de uno mismo. Dado que ocupa una parte muy importante de mi formación profesional, os hago un pequeño resumen de que es la kinesiología.